El fin de la muralla de Donostia
Hoy hablamos del fin de la muralla de Donostia. El 4 de mayo de 1863 tuvo lugar un evento muy señalado e importante en la historia de San Sebastián, se empezó a destruir su muralla.
Era lunes, y aunque llovía, Donostia se vistió de gala porque se iba a proceder con la destrucción de las defensas de la ciudad, con los gruesos muros que desde la Edad Media protegía la urbe pero limitaba su desarrollo económico.
Una enorme banda recorrió todas las calles, lo mismo que una octavilla que fue repartida entre todos los vecinos por el ayuntamiento, la cual iba firmada por el alcalde donostiarra de aquel entonces, Eustasio Amilibia.
Decía así:
«Habitantes de San Sebastián: Las murallas que cercan á esta ciudad van á ser derribadas.—S. M., acogiendo nuestras súplicas, se ha dignado concedernos esta gracia tan vivamente anhelada. A ella deberemos las ventajas que nos aguardan, y nuestra gratitud será eterna.
Nuevos esfuerzos son necesarios de nuestra parte para completar tan grandiosa empresa, pero la consagraremos al bien de nuestra población querida.—Sus destinos futuros lo exigen, y ante esta convicción no vacilaremos; corramos todos á esta obra regeneradora, y esperemos con fé en el porvenir.
La posteridad conservará buen recuerdo, que es el premio mejor y más imperecedero.
El Ayuntamiento que os habla aprecia los sentimientos manifestados ya en el vecindario, para auxiliar á la corporación municipal en los primeros momentos de derribo. Los que gusten prestar este servicio patriótico, personal ó pecuniario, podrán acudir desde ahora á su secretaría. Allí se abrirá un registro en que se consignen los ofrecimientos que se hagan y serán utilizados convenientemente.
Reiteremos en esta ocasión nuestros constantes votos por la felicidad de la segunda Isabel de Castilla.”
Una ceremonia feliz pero pasada por agua
La lluvía caía sin cesar, pero a mediodía había una multitud de donostiarras que esperaban que se iniciase el acto. Tras la llegada de la comitiva oficial, que fue recibida con cantos por los vecinos, el gobernador civil Benito Canella Meana, el alcalde con una palanca arrancó una piedra de las troneras, entre hurras y vivas. Según se fueron arrancando más y más cachos de la muralla, estos fueron entregados a los vecinos. El fragmento más grande se guardó en el ayuntamiento.
Iniciada la ceremonia y gracias al tesón de los vecinos, se abrieron dos grandes boquetes. Uno frente a la fonda de Beraza (en la actual calle Ijentea) y otro frente a la Brecha. Pero la orden definitiva de derribo se demoraría un año más.
Una ruptura con el pasado
Con aquella ceremonia San Sebastián rompía no solo una muralla, sino también con un pasado oscuro, violento y ciertamente traumático. Permitió a la gente de la ciudad experimentar cierta normalidad que hasta entonces les estaba negada.
Se acabaron los horarios de cierre y apertura de las puertas de la ciudad, se acabó el quedarse fuera si uno llegaba fuera de hora. Hasta entonces los paseos en San Sebastián se tenían que hacer fuera de los muros de la ciudad, pues tras las murallas no había sitio, pronto eso cambiaría con la expansión de Donosti.
Las diversiones y entretenimientos populares pasaron de ser solamente partidos del frontón (usando la muralla para ello), a los paseos citados y a la música y bailes en los campos exteriores donde actuaban las bandas de la ciudad con sus txistus y tamboriles.
Se acabó vivir sin horizonte en una ciudad oscura y encerrada tras unos muros, oscura y claustrofóbica. Hoy en día se nos hace difícil imaginar una San Sebastián desde la cual no se podía ver el mar ni los montes si uno no salía de los límites de la misma.
Pero la muralla sirvió para algo más, pues sus restos sirvieron para rellenar la zona del paseo de la Zurriola (los actuales jardines de la Plaza de Okendo). Y en el espacio que hubo desde la muralla hasta la actual avenida de la Libertad, en un lustro aparecieron los primeros edificios elegantes, franceses, que aún hoy conservamos.
¡Todas estas cosas y más las comentamos en nuestro Free Tour por San Sebastián!